Pavel Gómez del Castillo — Solemos utilizar los arquetipos de Jung a la hora de construir la personalidad de una marca. ¿Pero como seria trabajar un arquetipo puramente feminista? En este articulo, el autor propone cuatro modelos para entender esta corriente.
Los mitos griegos constituyen una fuente simbólica inagotable para comprender la psique humana. En ellos se representaron, hace milenios, arquetipos universales que pueden ayudar a explicarnos quiénes somos y cómo hemos decidido, cada uno de nosotros, vivir nuestras vidas. Estos mitos son una herramienta maravillosa para entender una de las grandes corrientes de pensamiento de nuestro tiempo: el feminismo. La visión tradicional de la mujer está representada por el rapto de Perséfone, la doncella, con los personajes de Deméter y Hecaté, representando los arquetipos de la madre protectora y la abuela sabia. Mi madre hoy está encantada con ser Hecaté, pero no quiso en el siglo XX ser Perséfone ni Deméter. Mis dos hijas, dueñas de su destino en el siglo XXI, tampoco quieren reproducir el arquetipo clásico ligado a la maternidad en el centro existencial de la mujer.
¿Qué alternativas tienen?
Lo relevante es que los nuevos constructos de la feminidad que les propone el feminismo estaban ya en los mitos griegos. De hecho, las diosas griegas nos sirven para entender que no hay un modelo único para el feminismo, sino al menos cuatro alternativos. El más arcano es el arquetipo de Afrodita, empoderada a través de su poder sexual sobre los hombres. Cualquier fotografía de Helmut Newton está retratando el poder de Afrodita.
Una Afrodita se siente, esencialmente, dueña de su cuerpo. En el feminismo moderno representa la conquista de los anticonceptivos o el aborto, bajo la premisa lógica de que la soberanía sobre lo que ocurre en mi cuerpo y con mi cuerpo es mía por encima de cualquier otra consideración.
El arquetipo del feminismo clásico, el que reprodujo mi madre, es Atenea, diosa de la civilización. Es la mujer que reclama la universalidad de los derechos y libertades reservados a la masculinidad. Concepción Arenal luchando por el acceso a la universidad, Clara Campoamor por el derecho al voto, Patricia Ortega alcanzando el generalato. Tanto Afrodita como Atenea se movían en el espacio de la conquista de derechos individuales. Una reclamando su derecho a ejercer su poder femenino sin cortapisas, la otra reclamando su derecho a competir por el poder masculino.
El feminismo del siglo XXI ha introducido dos nuevos arquetipos. Uno es Artemisa, diosa de la fauna salvaje, los desiertos y los bosques vírgenes, del mundo externo a esa civilización que tanto desea conquistar Atenea.
En cierto modo, es su antítesis. Lleva mal su individualismo y su masculinización. Tampoco encaja bien con Afrodita. Es incapaz de comprender, por ejemplo, que reclame su derecho a prostituirse o a alquilar su vientre. El feminismo de Artemisa es el de la sororidad, el de la destrucción del hetero patriarcado y el "yo si te creo". Queda un último feminismo que es el del ser nacido de Hermes y Afrodita -de ahí viene la palabra hermafrodita- que carece de género. Es el feminismo de las teorías Queer que reclama, por ejemplo, el derecho a la libre determinación de la identidad y expresión de género, que Artemisa también discute.
En resumen, lo que nos dicen los mitos griegos es que no hay un único modelo alternativo al patrón Perséfone-Deméter-Hecaté, sino al menos cuatro que se basan en dos ejes (igualdad-diferencia; liberal-radical): Afrodita (diferencia-liberal); Atenea (igualdad-liberal); Artemisa (diferencia-radical); y Hermafrodita (igualdad-radical).
Explico todo esto en profundidad y mucho más (como la feminidad en otras expresiones de la tradición primordial como el tarot o la cábala) en Fem, el principio inmarcesible.
Pavel Gómez del Castillo — Periodista y Comunicador (Madrid)
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